Últimamente me he puesto melancólica. Con todo lo que hemos estado viviendo es casi imposible no pensar en aquellos días en que todo era muy fácil. Llegábamos del cole, hacíamos nuestras tareas y saltábamos al sofá para ver una peli en el VHS o nos íbamos a casa de nuestra vecinita a jugar bien sea con muñecas o a las cantantes.

Y es que mientras recordaba todo aquello que solía hacer de pequeña, recordé los viejos días de los juegos de mesa, cómo me divertía un montón con mi hermana y mis primas y también mi transición de los juegos de mesa físicos a los digitales con mi primer ordenador.

No es el tipo de cosas que suelo compartir, pero como les dije al inicio, la melancolía me invita a compartir aquellos días en los que los juegos de mesa eran la norma.

Recuerdos: los juegos de mi infancia

LOS COMPARTIDOS

Cuando de juegos de mesa físicos se trataba siempre me iba mal, excepto en el ludo o parchís que me gustaba por encima de los demás. Pero lo interesante es que, sin que nos diéramos cuenta, las partidas rápidamente dejaban de tratarse del juego y se convertían en una excusa para bromear entre familia y que abundaran las risas.

También estaban aquellas partidas de Monopolio que podían hacerse interminables (pero nunca aburridas), el dominó y las muy infames partidas de cartas de UNO, en las que siempre terminaba con un millón de cartas en la mano o discutiendo por las reglas que nadie se molestaba en respetar.

Pero luego, a medida que fueron pasando los años, la frecuencia de las reuniones se fue reduciendo hasta el punto en que solo éramos mi hermana y yo jugando al juego Stop o cantando frente al espejo al estilo Shakira.

LOS PERSONALES

Al cabo de un tiempo recibí mi primer ordenador. Con este los juegos de mesa físicos se convirtieron en un asunto del pasado y encontré una nueva obsesión: el Pinball. No puedo decir cuántas horas de mi vida le dediqué a romper cada récord que imponía en este juego. Era sencillamente imposible para mí, parar de jugar por un rato.

Si bien trataba de jugar otras cosas, juegos como Buscaminas nunca los comprendí y, si hubiese sabido cómo, lo habría desinstalado en el acto. Lo odié.

Un día estando en casa de una tía, vi a unos de mis primos mayores jugando Solitario. Debo decir que no entendía nada de lo que hacía por lo que me senté a su lado y comencé a hacer preguntas a diestra y siniestra hasta que alcancé a comprender de qué iba el juego.

Si bien el Solitario clásico era muy divertido, fue el Solitario Spider el que jugué con más regularidad. El hecho de no tener que variar entre rojo y negro lo hacía más disfrutable para mí. Fue así, como me convertí en una adicta a los juegos de Solitario.

MIS FAVORITOS

Si bien llegué a darle una oportunidad al Nintendo y la PlayStation, nunca fueron mi fuerte. Cuando se trataba de juegos en formato digital, los de ordenador eran lo mío. Hubo una época en la que se hicieron tendencia unos juegos en los que debías adivinar el nombre de marcas y compañías con el logotipo como referencia. Estos juegos me encantaron y, por supuesto, hice trampa. Siempre buscaba en internet las respuestas. Lo más divertido era colocar las descripciones en el buscador, tipo: Logo de muñequito sujetando un bolígrafo negro (BIC). Podría decirse que fui pionera en las búsquedas locas de Google.

Luego, por mi novio (ahora mi esposo) fue que supe de este juego llamado Mahjong. Es un juego que de entrada te dice que es de origen chino y que es básicamente tu juego de memoria convencional pero con caracteres, imágenes y representaciones de temática asiática. Este juego me encantó y siempre que veía a mi novio (ahora mi esposo xD) le soplaba las coincidencias para molestarlo, por lo que se convirtió en uno de mis favoritos.

En fín, me parece muy bonito que estos días en los que estamos presenciando cambios en nuestra forma de vida recordemos aquellos tiempos que, sin darnos cuenta, marcaron poderosas imágenes en nuestras memorias. Y para ti, ¿cuáles eran tus juegos favoritos?

Nos vemos en el próximo post